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Hasta la eternidad

A corazón abierto, otra despedida al que jamás se irá.

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Me ofrecieron escribir este texto a las pocas horas de conocer esa noticia de mierda que aún nos duele, derrumba y nos cuesta aceptar. Noticia que lamentablemente me tocó decir al aire en el programa en donde trabajo y que la comuniqué temblando, sin ser consciente de la magnitud de lo que estaba diciendo e, inevitablemente, sin poder contener las lágrimas. Ya pasaron algunos días y, como les pasa a la gran mayoría de argentinos y argentinas, la angustia no se detiene. Él está ligado a mi infancia, a mi adolescencia, a mis sueños: a mi vida.  

Decía que me ofrecieron poner en palabras algo de lo que siento y acá estoy: escribiendo. Y borrando. Escribiendo, borrando, escribiendo, borrando… Y llorando. Sigo triste, aturdido, descolocado. Todo me cuesta, incluso hacer eso que tantísimas veces hice y me alegraron el corazón una y otra vez como volver enloquecer con sus goles y partidos, leer textos sobre su persona de aquellas plumas que admiro, mirar su figura y enamorarme de su sonrisa perfecta o escuchar relatos de sus historias y anécdotas maradonianas. Sí, todo eso que no para de difundirse en la televisión o en las redes por estos días pero que no puedo disfrutar. No puedo, no puedo. Prendo la tele y la apago enseguida, entro a twitter, me quedo unos minutos y salgo, recibo videos o capturas por wsap, reenvió algunas pero no termino de ver varias. Aún me cuesta caer, como que estoy tildado, en pausa. La cabeza me da vueltas. Pienso en el velorio, en el pueblo volcado a las calles para despedir al ídolo popular, en la bronca por no haber ido a Casa Rosada, en cómo habrán sido sus últimos días, en si habrá sufrido o si habrá querido irse de este mundo, en si se fue en paz o le quedó alguna cuenta pendiente, en el cortejo fúnebre, en la intimidad de su entierro que algunos medios se ensañaron a que sigamos por drone, en cómo seguir nuestras vidas sin él como si se tratase de un amigo o un familiar… En tantas cosas. Y me cuesta apretar play y salir de esa pausa. Cuesta y duele. Duele en el corazón, en el alma, en la memoria. Hasta duele escribirlo (y leerlo). ¿Cómo se va a morir Diego? Imposible. Inimaginable.   

Diego nos dio muchas alegrías. Demasiadas alegrías. Adentro de la cancha con su zurda mágica, su personalidad avasallante, con la frente en alta y esa cinta de capitán bien arriba en el brazo izquierdo como tanto le gustaba y tan bien le quedaba. Y con la 10, esa 10 de Argentina o de Napoli que todos soñamos con usar alguna vez. Pero afuera de la cancha, pese a los errores o contradicciones propias de cualquier persona, aunque ya sabemos que no era cualquier persona, también nos dio muchas alegrías. Una frase que se escuchó y se escucha con mucha frecuencia desde ese fatídico miércoles 25/11 al mediodía es que “no importa qué hizo Maradona con su vida, importa lo que hizo con la mía”. La habría dicho el gran Roberto Fontanarrosa y es genial, pero a muchos sí nos importó qué hizo con su vida porque siempre caminó en la misma vereda que los humildes. Porque Diego siempre fue solidario con el que más lo necesitaba, siempre estuvo al lado del Pueblo, nunca lo traicionó, nunca se vendió: se enfrentó a los poderosos, abrazó a las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, nunca olvidó a los combatientes en Malvinas, levantó las banderas de Latinoamérica y muchas veces, desde el silencio, participó de numerosas campañas solidarias. Fue un millonario de billetera gorda pero con un corazón de oro que jamás renegó de su origen villero. Fue Peronista, Bolivariano y Revolucionario. Fue una molestia para el Poder. Y alcanza con escuchar a sus detractores para darse cuenta que eligió ubicarse en el lado correcto de la vida. Y fue por elección, por una decisión de vida.  

De hace un tiempo el fútbol es cuestión de todos los días, pero el domingo siempre estará ligado al rito sagrado del deporte más lindo y más sano del mundo. Y el de ayer fue el primer domingo sin él. Un domingo lleno de homenajes por todo el mundo en donde se destacó el gesto tan sorpresivo como emocionante de Messsi. Sí, un Messi que se acordó de sus orígenes, de Rosario y de Newell´s, se corrió del lugar del chico correcto, formal y previsible que conocemos desde hace 15 años para mostrar debajo de la camiseta Nike de Barcelona, la Adidas rojinegra Leprosa. Un rebelde con memoria. A lo Maradona.  

A veces pienso hasta cuándo vamos a seguir así en este estado de angustia, en no caer en lo que finalmente sucedió, en saber que ya no vamos a perseguir ninguna aventura maradoniana, ni en Arabia, Sinaloa o donde sea, y que sólo quedará el recuerdo de lo que fue capaz de hacer con nuestras vidas. Pero después pienso en las generaciones que se vienen, en mis hijos, Jero y Helena de 8 y 4 años respectivamente, y no hay ninguna duda de que la luz de Diego brillará eternamente. Ayer Jerito y Hele me preguntaban por qué estaba todo el tiempo hablando de Maradona. Les dije que en varios años se acordarán de estos días impensados y tormentosos que estamos atravesando pero que también lo recordarán con mucha felicidad. 

Ahora sí, ya sobre el final de este texto, también quiero gritar bien fuerte la frase más escuchada en todo el mundo en los últimos días: GRACIAS DIEGO.  

GRACIAS por representar con orgullo el sentimiento argentino.  

GRACIAS por tu fútbol.  

GRACIAS por tu militancia por las causas justas.  

Y, fundamentalmente, GRACIAS por hacerme tan feliz.  

Te vamos extrañar mucho. Hasta la eternidad.

Por Javier Valli

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